Por los años que pasaron
El sargento del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), reveló que mató a Patria Mirabal. El jefe del grupo que asesinó a las hermanas Mirabal y al chofer Rufino de la Cruz Disla, admitió en audiencia el 8 de agosto de 1962, que mató a la mayor de ellas, a Patria Mirabal.
Ciriaco de la Rosa hizo la confesión en la décimo primera audiencia celebrada en el tribunal nacional que conoció el abominable crimen, ocurrido el 25 de noviembre del año 1960.
Los planes para ultimar a las hermanas Mirabal se iniciaron en la primera semana de noviembre del año 1960, luego que el dictador Rafael Leónidas Trujilo, instruyera en ese sentido a Johanny Abbes García, jefe del SIM, al tiempo que le señalaba un informe recibido del secretario de las Fuerzas Armadas, ge-neral José Ramón Fernández (Pupo), que involucraba a las hermanas Mirabal en actividades políticas.
Abbes García, en un libro que escribió titulado “Trujillo y Yo”, relata que facilitó los hombres designados a Ciriano de la Rosa, jefe de la operación, y bajo sus órdenes los también miembros del SIM, Emilio Estrada, Manuel Cruz Valerio, Ramón Emilio Rojas y Nestor Antonio Pérez Terrero.
El sargento De la Rosa fue instruido por Abbes García, para que este a su vez (De la Rosa) informara al capitán Víctor Alicinio Peña Rivera, jefe del SIM en Santiago, sobre la operación. El plan consistía en provocar un accidente en el cual perdieran la vida las hermanas Mirabal. Peña Rivera advirtió al sargento De la Rosa que cumpliera la orden siempre y cuando no fueran más de cinco personas las sacrificadas. Los días 18 y 22 de noviembre estuvieron a punto de ser asesinadas las hermanas Mirabal, pero la presencia de otras personas impidieron la materialización del hecho.
Abbes García en la obra citada, señala que los fallidos intentos pusieron furioso a Trujillo, por lo que el secretario de las Fuerzas Armadas Román Fernández le dijo el 24 de ese mes de noviembre lo siguiente: “De mañana esto no puede pasar”.
De la Rosa reveló en el tribunal que recibió instrucciones precisas el día 25 de materializar el plan a como diera lugar y frente a la alternativa de matar a las mujeres o de perder ellos sus vidas. Salieron decididos a tramar el accidente. Peña Rivera manifestó a De la Rosa que matar a las hermanas Mirabal era una decisión del Jefe y que si no la cumplían, ellos entonces sufrirían las consecuencias.
De la Rosa significó que en el trayecto Santiago-Puerto Plata cortaron unos palos o garrotes y los guardaron en el baúl del carro. Al llegar a Puerto Plata se enteraron de que aún las damas no habían abandonado la ciudad, lo hicieron ellos para esperarlas en la ca-rretera cerca del puente de María Pica; donde las apresaron junto al chofer De la Cruz Disla. Rápidamente se marcharon del lugar y tomaron un desvío de la carretera. Entonces les dijo a sus esbirros que tomaran cada uno a una de sus víctimas y la ejecutara, tomando él una para sí.
“Yo tomé a una gorda; Rojas Lora a la de las trenzas largas y Cruz Valerio a la otra. Estrada Malleta se encargó del chofer”, dijo Ciriaco de la Rosa ante el tribunal. El público presente en la audiencia quedó atónito ante el relato del sargento del SIM, quien dejaba claramente establecido que él había matado a palos a Patria; Cruz Valerio a Minerva Argentina; Rojas Lora a María Teresa y Estrada Malleta a Cruz Disla.
El relato del esbirro de la tiranía trujillista continuó: “ordené a cada uno que se internara en un caña-veral y que se separaran para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una. La operación, -apuntó- duró pocos minutos, luego las metimos en el yip en que ellas andaban y las lanzamos por el de-rrique. Las lágrimas, en dos ocasiones afloraron al rostro del verdugo principalmente cuando el juez le preguntó si no había sentido remordimiento alguno después de cumplida la misión. El acusado argumentó que las órdenes que daba Trujillo se cumplían o se las cumplían a uno. Abbes García destaca en su obra que el jefe de la operación, Ciriaco de la Rosa, impidió a punta de pistola, que un mayor violara a María Teresa, antes de darle muerte.
María Teresa, con el vestido desgarrado resistió con fuerza la violación e increspó al oficial, “podrás asesinarme, pero jamás gozarme”. Ciriaco de la Rosa, atraído por los gritos de la mujer, llegó hasta el lugar, y recordando las órdenes que había recibido de realizar la acción lo más rápido posible, se dirigió al oficial y con voz enérgica le dijo: “Mayor, no podemos violar órdenes. Deje a esa mujer o lo mato”. La resuelta actitud del sargento del SIM motivó que el oficial desistiera de sus propósitos y se retiraron del lugar después de cumplir su misión.
El grupo de delincuentes del SIM informó a su jefe inmediato, el capitán Peña Rivera, que todo había salido “perfecto”, o sea, como lo habían planeado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario