Pues bien Lobito, querido amigo mío, como te decía la última vez que hablamos.
Todos nosotros los depredadores, siempre idealizamos a la hembra perfecta, especialmente en esas etapas iniciales del enamoramiento, siempre sacamos nuestros mejores dotes y los exhibimos con tal de atraer a la hembra deseada.
Eso es normal y responde a un mecanismo instintivo de apareamiento. Y cuando estamos en esa etapa de conquista nos volvemos más comprensivos, seductores, atentos y complacientes y hacemos el papel tan bien que hasta nosotros nos lo llegamos a creer y durante un buen tiempo llegamos a actuar como si realmente esa fuera nuestra naturaleza y durante esta alucinante etapa se nos nubla la capacidad para ver que estamos en el error y que estamos fallando en hacer eso… Y mientras no nos damos cuenta nos sentimos realmente enamorados y vivimos dulce e intensamente esta encanto y este ensueño y nos lo gozamos un mundo y consecuentemente hacemos que nuestra hembra se lo goce todavía más.
Pero no pasa lo mismo del otro lado mi querido lobito… En el caso de la amante obsesiva esta idealización que se hace de nosotros llega a los extremos y piensa: “Solo este ejemplar puede satisfacer todas mis necesidades físicas y hacerme feliz”.
Y con esta distorsión de la realidad inicia un ciclo enfermizo en donde se convence de que su fijación por ese ejemplar responde a un propósito casi divino y que estar con él es su destino.
Si hubiera estado más atento te habría dado cuenta porque esta etapa se reconoce por un exagerado e inusual comportamiento de apego y dependencia física y emocional, es en este momento cuando tu está sintiendo que la hembra obsesiva te está arrastrando poco a poco a una cárcel para dos.
Mi querido amigo me tengo que ir porque en mi manada me esperan, pero luego seguiremos conversando.
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